En la magnífica página web que alberga el proyecto del Romancero Pan-hispánico de la Universidad de Washington he hallado este romance, que puede ser muy interesante para los lectores de Lenguaurelio, pues contiene elementos de varios romances aquí comentados.
El niño está malito / malito está en su cama,
cuatro médicos lo asisten / de los mejores de España.
Unos dicen que se muere, /otros dicen que no es nada,
los más entendidos dicen / que la comunión alcanza.
-Madre mía, si me muero / no me entierren en sagrado,
entiérrenme en campo libre /donde transite el ganado.
En mi cabecera pongan /cuatro ladrillos dorados
y un letrero que diga: /"Aquí ha muerto un desgraciado;
no ha muerto de calentura /ni de dolor de costado,
ha muerto de mal de amores, /de un dolor desesperado."
(Recogido en la Vega, en la República Dominicana)
El motivo de los cuatro (o tres, o siete, o diez, etc.) doctores (o sabios) lo recordaréis del romance "En los palacios del rey":
Llamaron con gran urgencia / a tres sabios de Granada.
El uno le tomó el pulso, / el otro no habló palabra
y el tercero fue el que dijo: / "Esta niña está baldada".
Este motivo puede rastrearse en el romance de la Muerte del Príncipe don Juan (del cual la mencionada web incluye más de 290 versiones). El número de sabios o doctores varía, y también su procedencia (España y Granada son sus cunas más frecuentes). Pero el motivo de la consulta a varios médicos que no aciertan con el mal es tradicional, como podrá comprobar quien lea los romances.
El segundo motivo tradicional es el de un hombre que habla a una mujer (madre, novia, hermana) exhortándola a no sepultarlo en tierra sagrada en caso de que le llegase la muerte, y dando todo tipo de indicaciones acerca de su sepultura deseada, generalmente con un tono jocoso. Este es el romance conocido como "No me entierren en sagrado", que hemos visto en la versión de la canción infantil titulada "Una noche muy oscú". Sobre este motivo podemos deleitarnos con la información que nos ofrece Diego Catalán en su artículo "Arte poética del romancero oral. Los textos abiertos de creación colectiva", recogido en el blog http://diegocatalan.blogia.com/, todo él un auténtico tesoro.
Véase, pues, cómo unos romances se mezclan (contaminan) con los otros. No se puede hablar de imitación, ni mucho menos de plagio; es la ley natural de la literatura popular, que, como el agua del río, ni tiene dueño, ni se mantiene inmutable, ni se detiene jamás. Gracias a proyectos como el del Romancero Pan-hispánico podemos cotejar, sin movernos de casa, las distintas versiones; gracias al trabajo de estudiosos como Diego Catalán y quienes acometen el valiosísimo y arduo trabajo de difundir su obra, además, podemos comprender esas versiones; aunque, paradójica y tristemente, cada día haya menos niños que puedan recordar alguna de esas versiones como aquella que algunas tardes le cantaba su abuela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario