Mirad: el arco de la vida traza
el iris sobre el campo que verdea.
Buscad vuestros amores, doncellitas,
donde brota la fuente de la piedra.
En donde el agua ríe y sueña y pasa,
allí el romance del amor se cuenta.
¿No han de mirar un día, en vuestros brazos,
atónitos, el sol de primavera,
ojos que vienen a la luz cerrados,
y que al partirse de la vida ciegan?
¿No beberán un día en vuestros senos
los que mañana labrarán la tierra?
Como de costumbre, Antonio Machado con su contención, la falta de vehemencia que tanto se le agradece y por la que se ha distinguido, sin perder un ápice de expresividad. Realzándola, incluso. No necesita explicación, pero se le da. En la línea del poema "El olmo viejo", después de los tiempos del dolor, vienen los tiempos en que la ausencia de dolor es gozo. Tachado siempre de gris y melancólico, lo cierto es que los poemas de Antonio Machado se asemejan a la primavera más temprana. Y, por aprovechar esta misma entrada primaveral para incitar al estudio, al estilo de Aristófanes y Fray Luis, dice un Machado imitativo sin vergüenza: "Abejas, cantores: / no a la miel, sino a las flores".
En lenguaje llano: "No seáis creativos por los gozos de la fama, sino por el placer de la creación". En lenguaje académico: "No estudiéis por aprobar, sino por aprender"
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